A 67 años de que los sobrevivientes de la epopeya del Moncada repudiaran con su canto rebelde la presencia de Fulgencio Batista en la entonces cárcel modelo de Isla de Pinos, otra vez la Marcha de la Libertad traspasó los muros de la historia.
Aquella epopeya protagonizada entonces por 26 asaltantes a los cuarteles Guillermo Moncada y Carlos Manuel de Céspedes bajo la égida Fidel Castro (1926-2016), en nombre del pueblo fue recordada por el Consejo de Defensa Municipal en composición reducida a causa de la emergencia sanitaria por la COVID-19.
Refieren los anales de historia que al sonido de una marcha militar, Juan Almeida (1927-2009) subió a un muro y al divisar al centro de la comitiva al dictador Batista avisó a sus compañeros.
Batista había visitado el Reclusorio Nacional para Hombres a fin de inaugurar una Planta Eléctrica, aledaña a la Sala del Pabellón número uno del hospital del penal, donde cumplían injusto encierro los jóvenes de la generación del centenario del natalicio de José Martí.
Aquel acto audaz tuvo como respuesta la represión de los esbirros de Presidio Modelo.
Al siguiente día, Fidel Castro fue trasladado en solitario a una celda individual, donde permaneció hasta su excarcelación el 15 de mayo de 1955, mientras Ramiro Valdés, Oscar Alcalde, Ernesto Tizzol e Israel Tápanes durante 15 recibieron vejámenes en calabozos de castigo.
El 15 de febrero, el preso número 3842 Agustín Díaz Cartaya, compositor del himno que trascendió como Marcha del 26 de Julio, fue conducido a la celda de castigo en una sección para dementes, donde también fue torturado.
Hace 15 años, en el actual Monumento de la República de Cuba se develó una tarja en mármol donde se perpetúa la imagen de Díaz Cartaya y el texto de la marcha entonada a coro por los moncadistas.
Esta composición fue un encargo del líder histórico de la Revolución el 19 de julio de 1953 en la finca Santa Elena durante la última práctica de tiro antes de los asaltos a dos fortalezas militares de la tiranía en el oriente del país.