Bautizado como el árbol del amor, el curioso engendro de la naturaleza da mangos en forma de anacahuita en la Jungla de Jones, Isla de la Juventud.

En la Isla de la Juventud, a unos 17 kilómetros de Nueva Gerona, en un sitio conocido como La Jungla dos troncos con idéntico vigor se abrazan desde la raíz para en cada verano proporcionar míticos frutos.
Bautizado como el árbol del amor, el curioso engendro de la naturaleza  que da mangos en forma de anacahuita, es centro de un singular ritual, donde son bendecidos quienes luego de depositar una moneda a la sombra de la floresta bordean la planta en busca de un deseo.

Ese también es el preámbulo de un sendero que conduce a la pasión confesa de los esposos Harry y Hellen Jones por la diversidad biológica.
Ellos, de origen estadounidense, se establecieron en 1902 en esta parte del suelo cubano para hacer crecer uno de los parajes más  exóticos de la  ínsula, donde se alberga casi una veintena de aves entre las cuales predominan el zorzal, la cotorra y el zunzuncito.
Aquí confluyen plantas traídas de diferentes partes del mundo, a tenor de un proyecto en coordinación con el departamento de la agricultura de los EE.UU. que por ese entonces tuvo entre sus propósitos estudiar la adaptabilidad de esas especies al clima tropical.
Así, el que constituyó el segundo jardín botánico de Cuba después del de Cienfuegos (1901), a partir de la década del 30 del pasado siglo reverdeció y se convirtió en destino turístico de salud para quienes necesitaron descansar o eliminar el estrés bajo la yamagua, el cacao o el ocuje.
Hellen enviudó en 1938 y tocada por el misticismo tuvo como  incondicional compañía desde ese momento un majá de Santamaría, que le agregó fama al paraje.
La anciana murió de forma violenta 22 años después y con ella los encantos del bosque, al que hoy Tomás Betancourt López, Jefe de la actual Finca Forestal, hace revivir al inmortalizar la leyenda del  ya vetusto árbol del amor, donde se perpetua la pasión de Hellen y Harry.

Dice la voz popular que residentes de la Siguanea muchas veces se han espantado por la presencia de luces fluorescentes o el quejido lúgubre de quienes quizás fueron ultimados por arcabuces o desangrados a causa del ataque de los cocodrilos Rhombifer.

La Siguanea, localizada en el suroeste de la Isla de la Juventud, a 42 kilómetros de Nueva Gerona, oculta el más preciado patrimonio de los piratas, que operaban en esta parte del Caribe antillano, hasta inicios del siglo XIX.
Ellos desde su condición espectral cuidan con celo sus bien preciados trofeos, algunos hoy en las aguas profundas de la ensenada o bajo las raíces de la enmarañada vegetación del lugar, donde no pocos murieron luego del enterramiento de los botines.
Dicen los residentes de la zona que muchas veces se han espantado por la presencia de luces fluorescentes o el quejido lúgubre de quienes quizás fueron ultimados por arcabuces o desangrados a causa del ataque de los cocodrilos rhombifer.
También es fácil inferir la posible existencia de buques sumergidos, hoy cubiertos de corales, en especial desde la Punta de Los Indios hasta la de Cabo Francés, a más de 300 años de los enfrentamientos entre los bandidos del mar y las flotas inglesas, francesas o españolas.
Además cuenta la historia oral que en los años ’40 de la pasada centuria naves con bandera de Estados Unidos extrajeron del fondo de la bahía  parte del patrimonio oculto en las embarcaciones hundidas, durante los ya referidos combates.
Testimonios publicados en la revista Isla de Pinos de 1930, llaman la atención sobre el hallazgo de un tesoro, cuyo valor ascendía a unos 20 millones de pesos en la zona de la Siguanea, del cual se apoderó Mister Calvers, norteamericano, capataz de la mina Lola, del citado lugar.
No obstante algunos aseguran no poder llegar hasta ese patrimonio oculto en la Siguanea porque lo custodian con celo los espíritus del irlandés O’Donnell y  de los franceses Jean Latrobe, Jean Laffite y Francis Lecler, el tercer Pata de Palo conocido por estos mares.

Unas 37 500 personas como promedio asisten cada mes a la sala de restauración neurológica y rehabilitación en la Isla de la Juventud que incluye baños en las aguas termales de Santa Fe.

La muerte de Auki Himairo no fue bien vista por los dioses y estos concedieron vida eterna al joven al convertir su cuerpo en surtidor con propiedades curativas, según narró la historia en 1776 Alexandre Olivier Esquemeling.
El médico de corsario al conocer el prodigio, que fue noticia en el Caribe contó lo ocurrido a Auki Himairo, quien negado a masacrar a otras tribus de Cuba desobedeció el mandato de la suya, que lo había enviado como capitán al frente de una expedición guerrera.
Acusado de traidor fue ultimado por su propio padre el cacique Takamena, quien lo abandonó  yerto a orillas del río, donde lo encontraron manos amigas que al tratar levantarlo vieron cómo el cadáver se transfiguró en manantial de agua cálida y cristalina.
Esquemeling también hizo alusión a los beneficios de esta fuente de agua, bautizada por los españoles en 1870 como Santa Rita, emanada del cuerpo de un hijo de la Siguanea, uno de los primeros toponímicos de la hoy Isla de la Juventud.
Otros galenos cubanos como Ramón Piña y Pezuela (1849), José de la Luz Hernández (1857) y Manuel Negro y Fernández corroboraron lo afirmado por el aventurero inglés, el agua es efectiva en enfermedades venéreas, hepáticas, digestivas, pulmonares y epidérmicas entre otras.
Todavía Auki Himairo beneficia a quienes, procedentes de diferentes latitudes del planeta y de Cuba  llegan hasta La Fe, a unos 16 kilómetros de Nueva Gerona a recobrar su salud bebiendo o bañándose en el cálido surtidor con propiedades curativas.

Cementerio Americano, declarado Monumento Nacional el 13 de marzo de 2019
El cementerio de Columbia o americano declarado Monumento Nacional, el 13 de marzo de 2019, cuando se conmemoró en la Isla de la Juventud el aniversario 94 de la ratificación del Tratado Hay-Quesada, que devolvió a Cuba la soberanía sobre la otrora Isla de Pinos.
En 1902 Isle of Pines Land and Development fundó el poblado de Columbia, localizado a 12 kilómetros de Nueva Gerona, y cinco años después crearon el Columbia Cemetery Society, exclusivo para ciudadanos estadounidenses fallecidos in situ, función mantenida después de desaparecido el poblado y las condiciones originarias de la masiva colonización yanqui.
En 1907 se produjo la primera inhumación cuando falleció Freeman Cooper mientras la última ciudadana sepultada fue Stefania Koening, en 1981.
La necrópolis es de tipo jardín, posee 135 lotes con capacidad cada uno para seis u ocho enterramientos, y de manera general en este parque memorial descansan los restos mortales de más de 300 de aquellos colonos, pertenecientes a todas las clases sociales.
El camposanto trasciende como el testimonio material más importante de una batalla política y diplomática ganada por Cuba el 13 de marzo de 1925, uno de los episodios de la lucha por nuestra soberanía y ejemplo de reafirmación de antimperialismo, independencia y cubanidad.
Las razones se notifican en la Resolución número cuatro, en la cual se declara oficialmente Monumento Nacional de la República de Cuba al Cementerio de Columbia o Cementerio Americano, localizado en carretera Columbia, kilómetro 12, Consejo Popular Juan Delio Chacón, municipio especial de Isla de la Juventud.